De Valentines, fiestas swingers, y un cuarto oscuro



Nuestros capítulos en fiestas swinger


Xcape Parties y su fiesta Lifestyle del 14 de febrero

GyJ conocen a todo el mundo. Gracias a eso tuvimos en donde sentarnos cuando llegamos a la fiesta swinger que Luxury Lifestyles organizó en un hotel sofisticado de la Zona Rosa. El sitio, a reventar a las 11:00 de la noche, y el ambiente, ideal. La decoración art nouveau que, de suyo, tenía el salón encajó bien con los añadidos sanvalentínicos y con el vestuario rojo de casi todos los asistentes (Ésta es una de las pocas veces en las que veo en una reunión swinger tanto entusiasmo por el código de vestuario).



     Por intervención, nuevamente, de GyJ fuimos presentados a un corro bastante nutrido y, como consecuencia de ello nos reencontramos con ChyC, un par de viejos compañeros de aventuras. Nuestra, ya célebre timidez cayó en blandito y desde pronto tuvimos con quien bailar, brindar y platicar anécdotas sw de esas que nadie puede contar a sus amigos los civiles. Desde temprano todo fue muy cómodo, muy fácil. Algo han de haber hecho bien los organizadores, más bien, muchas cosas hicieron bien porque la gente la pasaba de lo mejor y a nosostros se nos contagió rápidamente esa vibra.

     Entre baile, trago y broma, se nos pasaron varias horas hasta que Mariana, por insistencia de no sé quién, dictó que fuéramos a las fotos. Resulta que es una práctica común que Quetzal, una pareja de fotógrafos eróticos, se presenten abanderados por Swingliving en una buena cantidad de fiestas, eventos, clubes y otras manifestaciones del mundo swinger chilango, y regalen, a quien lo solicite, estudios fotográficos para perfíles de contacto. Entramos en el estudio que acondicionaron en un rincón. Nos explicaron la mecánica y nos prestaron máscaras para jugar a la deshinibición. Se colocaron, en el lugar de las divas, mi mujer y otras dos que, sin necesitar director creativo le dieron vuelo a la hilacha jugando, como ninfas polimorfas a ser modelos de soft porn. En eso, y sin decir agua va, que se suma al trío una cuarta diva delgada, que aparentemente, gozaba de una peculiar afición por seducir. El juego entre las cuatro se prolongó un buen rato. Luego dos se fueron con alguna excusa y la recién llegada, ahora bien instalada, encontró en los flashazos un ecosistema apto para reproducir caricias y toqueteos impuros con la venia de mi mujer.

     Me subí  a posar con ellas durante un tiempo, pero aquello ya tenía poco de disciplina profesional y mucho de franco trío erótico. Así que, muy concentrado en el arte, pues yo no estaba. Eso, no hay hombre que lo resista, quien pueda hacerlo no ha de ser hombre, y como yo no puedo hacer más de lo que puede un ser humano, me hervía la sangre más que el agua del té el día que le puse dos horas al micro en lugar de dos minutos. Salimos de ahí; yo casi temblando. La única opción lógica era, por supuesto, refugiarse en el calor del playroom. Y allá fuimos.

       Encontramos, Mariana y yo, lugar en una cama doble ubicada en un sitio bastante protagónico. Esos suelen ser nuestros puestos favoritos porque permiten ver toda la actividad pornográfica del rededor y las camas grandes y a la vista de todos representan más una invitación abierta a las posibilidades. Ella se colocó en cuatro puntos para darme sexo oral, dando a quien pasara, un lindo plano de detalle del vestido que se le elevaba y de la tanga transparentosa que, ya sin mucho cuidado, guardaba por debajo. No tardó en aparecer nuestra diva delgada que se sentó en una esquina. Un poco nos miraba, otro más nos coqueteaba, y otro esperaba a que llegara su marido para poder inaugurar formalmente las celebraciones más liberales de la noche. Entre tanto, Mariana y yo nos desnudamos por completo y cambiamos de posición de tal manera que, mientras yo buscaba con la lengua algo entre sus piernas, ella pudiera estirarse a tocar a la mujer que sostenía la espera con el motor en marcha.

     Finalmente apareció Él y la coreografía fue de las que me resultan más placenteras. Ella se movía entre mis brazos y mis besos con la gracia de un amante a la que se conoce de tiempo atrás. Los ecos del gemido de Mariana me llegaban desde muy cerca, como susurros al oído. Entre el fuego de las salivas, las suavidad de las pieles de dos mujeres que parecían manufacturas de sensualidad y los atípicamente discretos anuncios de orgasmos que venían a migrar a nuestra cama, me sentía abrazado por un halo onírico. Tocar a esa mujer era algo que fluía con placidez, como cuando las cosas están en su sitio. Mariana, casi siempre cerca de alguna parte mía, mano, boca, miembro, cara, era llevada por Él con comodidad en la deliciosa tarea de concatenar un climax al otro. ¿He mencionado antes que soy un yonqui de escucharla venirse? En mi lado del campo, había manos que caían en un hermoso trasero, dedos que se aventuraban más allá y encontraban la fábrica de producir jadeos casi terminales, lenguas que se encontraban en medio del camino y el hallazgo de una cómplice inmejorable en la misión de ascender las deseadas crestas del placer. Los hombres nos acercábamos ya al final. Mariana lo hizo terminar entre sus manos expertas y yo lo hice cerca de dos bocas de mujeres que alternaban besos y felaciones. Me quedé un momento recreando la imagen en mi cabeza para ponerla en la lista de cosas que he de ver cuando me caiga un elefante encima. Nos tiramos juntos y desnudos para iniciar la conversación que no habíamos entablado antes.

      Soy Mariana. Yo, Diego. ¿Ustedes?

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