Las fiestas en Underground

Lugares swinger en el DF

Lo que ocurre en Underground no nos llamaría la atención en condiciones normales: Es un club que abre los jueves, día que usualmente reservamos para ser los viejecillos que se van temprano a la cama. Como es habitual en los sitios que abren entre semana, aceptan hombres solos, y los lectores recurrentes de Jardín de Adultos, sabrán bien que no somos aficionados a los locales swingle friendly. Sin embargo, ha querido el azar y también algunas personalidades del ambiente, que hiciéramos por ahí dos apariciones en muy poco tiempo. Y en ambas, la hemos pasado muy bien.
     Underground es el local que ocupa Dreams los fines de semana, por lo cual, en cuestión de  instalaciones, no hay ninguna sorpresa: es ideal. Antro a fin de cuentas, tiene pista y mesas de antro, tiene decoración de antro, y tiene música de antro, tiene también luces de antro. Sin embargo, hay algo que lo hace destacarse en el territorio chilango: desde su origen está pensado para ser club sw. Podrá parecer una nimiedad, pero se agradece su playroom de tamaño considerable con suficientes recovecos para jugar con distintos niveles de exhibicionismo, que tenga regaderas y un sauna que no sé si alguien usará alguna vez, y que se complemente con un servicio de alimentos bastante completo. 

La primera vez que acudimos fue gracias a  Passion Fest. Organizaron ahí su fiesta lifestyle a la cual nos autoinvitamos de último minuto. El ambiente se prestaba para panchanga sabrosona y así fue, la gente del norte se reunió con la del sur (me refiero a los dos polos de la vida swinger capitalina) y todos tuvimos ocasión de divertirnos. Hubo Ron Jeremy firmando, se lo pidieran o no, autógrafos en cuanto seno que estuviera al alcance de su mano, y haciendo a los hombres asistentes recordar con nostalgia los mil y un tocamientos impropios en los que, durante nuestra febril adolescencia, nos acompañó. Hubo también Wolf Hudson, un estrella porno que no conocíamos; luego me enteré que no por ignorancia sino porque estamos fuera de su target.  Hubo también primeras figuras de Sexmex. Hubo un espectáculo dominatrix de Sabina Sabrok, que yo no vi porque, entretanto, Jeremy estaba manoseando a Mariana como si calara jitomates en el tianguis y, hubo, lo mejor de todo, muchos de nuestros mejores amigos.
      

       Tan cómodos estábamos que se nos estaba olvidando follar. Ya era de tarde y el lugar comenzaba a vaciarse. La mesera se nos acercó para decirnos que era tiempo de pedir la última ronda. Entonces descubrí que mi mujer no estaba cerca. Sospeché que no volvería pronto cuando también noté que los Medici habían desaparecido. Entre en el playroom. Plus Quam Diva y el Hombre de la cámara no tardarían en alcanzarnos. Mariana estaba acostada entre los Medici, con el trasero al aire. Quedaban muy pocos en el lugar, solamente una mujer encerrada con tres hombres en una de los recintos con pared francesa, y un cuarto hombre que espiaba desde fuera por los huecos de la pared.  Los seis nos escogimos con cuidado la cama más adecuada, es decir, aquella que estuviera cerca de algún contacto para el MW de mi mujer (a quien sospecho, quiere más que a mí). La encontramos y tres mujeres se acostaron sobre sus espaldas para dejar que tres hombres probáramos cuanta forma se nos ocurrió para hacerlas venir. Pasó mucho tiempo, por eso reconozco la paciencia del personal del club que, pacientemente, esperó a que termináramos de hacer de las nuestras para cerrar el changarro y ponerle fin a una noche muy agitada.

       La segunda vez que estuvimos ahí fue la semana pasada. Esta vez, nos apersonamos a petición expresa del Señor Capitalista que, generosamente, nos invitó a ser jueces en el concurso de disfraces. Quizá por esa vocación que tiene el Halloween por hacer propicio que las mujeres aligeren sus ropajes, los swingers acostumbran poner especial empeño en la fecha. Underground hizo lo propio y salió airoso. A instancias de un cirujano con alma de DJ, el lugar desplegó producción cómica mágica y musical. Me llamó la atención el número de hombres solos, mucho más moderado de lo que yo hubiera esperado.  Quizá sólo 4 o 5 que, considerando la cantidad de parejas que había, en realidad eran irrelevantes.

      Nos divertimos mucho. Asociados con la nueva señorita Pistache, juzgamos los atuendos de romanos, de Chapos Guzmanes, de calabazas, de Pinochos, de un pareja linda ataviada como Ratón Miguelito y Mimí en versión que distaba mucho de mi recuerdo en el programa blanco de la televisión, y de otras varias fantasías enmascaradas. Se repartieron premios. La gente bailó y se divirtió. A Mariana, entonces, la comenzó a atacar un bicho que no la dejaría en paz sino hasta un par de días después. Se sentía mal y aunque íbamos preparados para dejar que la noche se nos fuera entre las manos, tuvimos que salir temprano. No era grave. No nos quedamos, tampoco,  con ganas de nada. Bueno, tal vez yo me quedé con un poco de ganas por hacer un viaje al escote de una vivaracha caperusa que estaba sentada junto a nosotros. Pero en fin, ya habrá otras ocasiones y, a juzgar por el calendario de actividades del Under, seguro habrá más visitas.

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