El aniversario de Libido

Crónicas de fiestas swinger

     La fila de coches en el valet era una señal muy clara de que la fiesta en el interior iba a rebosar asistentes ansiosos. Y así fue. No sé cuántas parejas entraron, pero no cabía una más en Coliseum, el club que, demostrando un sentido de comunidad tan atípico como admirable, sirvió de anfitrión a su secuaz del norte para armar la fiesta de cumpleaños. Ante tal concurrencia, imposible pensar en tener una mesa, o un asiento, para el caso, pero ni falta que hizo. Pocas veces nos hemos sentido tan rodeados de amigos. 

Libido Club Swinger

     Para nosotros fue un evento raro. No acostumbramos socializar ni de pie, ni vestidos. No es poco decir; muchas parejas encuentran pronto en el swinging una enorme cantidad de camaradas quienes, de inmediato, los hacen sentir parte de un cálido grupo. No fue así para nosotros. Tardamos muchos años en empezar a sentirnos cómodos Hace varios ayeres, cuando iniciamos esto, solíamos arrinconarnos con un trago en la mano y esperar a que el cuarto oscuro nos sirviera de cortina para dejar que otros buscaran formas de relacionarse con nosotros.  Mucho camino hemos andado desde entonces, y entre los cambios importantes que nos ocurrieron fue la estrecha amistad con el Sr. Libido. De ésta, se desprendieron muchas de las cosas buenas que nos han ocurrido en el medio, y una gran mayoría de ellas fueron evidentes en el festejo del 29.

     Se sentía una vibra de jet set cruzada con buena onda. Multitud de personas con valiosas razones para andar de pose, pero sin pose alguna. La aristocracia del barrio libertino. En fin, un verdadero colegio de los chidos. También se sentía un calor dantesco, debo aceptar. Entre baile y risas se rifaron premios: estudio fotográfico (¡Lotería!), noches en el Pistache (¡Lotería!), Membresías para Class y  para SDC (¡Lotería!) y de pronto... el boleto dorado para dos noches en Desire, patrocinadas por SDC.

     Para la vacación en la Riviera Maya, no había que confiarle nada al Azar. Lo cual agradecimos mucho porque ese señor, a mí, no me quiere nada. Había que ponerse en manos de la Habilidad, una señora que tampoco es muy mi aficionada y a la Impudicia (quien, prácticamente es nuestra hada madrina, porque eso sí, de temor al ridículo, nada).  En competencia justa frente a jueces juiciosos, Mariana tuvo que quitarse la ropa. Fácil. Diego también. Tal vez no tan fácil, pero posible. Luego Diego tuvo que ponerse las dos piezas de ropa de su esposa, no tan difícil y Mariana enfundarse en las trescientas cuarenta y dos prendas que los caballeros utilizamos para salir de noche. Eso sí que fue reto. Afortunadamente, la diferencia de tamaño entre los miembros de las parejas rivales era tal que, pedirle al alterófilo que se pasara, a través de su cuello, el vestido de su joven y sutil esposa, era una paradoja física. Ganamos, pues.

      Ganamos porque nos vamos pronto a Desire Pearl, pero más bien, ganamos porque pasamos una noche tan divertida que no nos acordamos de ir al playroom. ¡Albricias para Libido y muchos años más!

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