Las fiestas swinger de Monterrey: La Casa Club

La casa club de Monterrey: Club swinger

-Un club SW en Nuevo León-

     No nos faltan excusas para volar, de vez en cuando, a Monterrey. En principio, ahí viven nuestros queridos padrinos con los que jugar es siempre una fiesta y que nos consienten como si fuéramos los emisarios del Gran Khan. Además, se come de maravilla y con meses de anticipación, Mariana y yo salivamos con el anhelo de esa barbacoa de res que no sabe igual en ninguna otra parte del mundo. Pero, como si lo anterior no bastara, le sumamos a la lista de antojos las ganas de conocer la Casa Club, dicen las buenas lenguas, el mejor sitio swinger de Nuevo León.

     La dirección no nos fue revelada sino hasta que mandamos el mensaje definitivo: ¡Ya vamos para allá! Todo contacto había sido de manera más que amable y por Twitter. El señor dueño estuvo pendiente de nuestra salida del D.F. de nuestro aterrizaje y de lo que se nos pudiera ofrecer en tierras regias.  Cuando el taxi  nos dejó en el centro de un barrio residencial muy bien acomodado nos quedó claro que el apelativo del lugar cumplía a cabalidad con lo prometido. Es una casa y es un club. Según nuestra involuntaria costumbre, llegamos tarde. Aparentemente, no lo suficientemente tarde, porque aún faltaban varias parejas por llegar. Gracias a eso, los anfitriones, que resultaron ser tan amables en la vida real como en Twitter, nos pudieron mostrar con detalle las instalaciones.

     El sitio es considerablemente grande y hay espacio para todo tipo de devaneos. Sin embargo, a la manera de las antiguas fiestas de la secundaria, la mayor parte de la concurrencia se apelotona en la cocina. Tiene sentido, ahí está el trago. El club se lleva con política BYOB, pero los propietarios suministran mezcladores, agua, hielos y vasos. Nosotros llevábamos una botella de rosé que hurtamos del refri de quienes amorosamente nos hospedaron. Pero, en nuestra defensa, la fue devuelta casi intacta. La casa está bien acondicionada; dos playrooms pequeños pero funcionales y suficientes baños. Los detalles están cuidados, hay lockers closets en donde los comensales pueden guardar su ropa de calle y la anfitriona ha procurado que los baños estén provistos de cualquier cantidad de cachirulos que puedan ofrecerse. El detalle que nos robó el corazón es que uno de los cuartos de la casa estaba provisto, precisamente, para descansar. ¡Sí! A estos sabios individuos se les ocurrió la brillante idea de que después de un par de intensos rounds, alguien pudiera querer echarse una pestaña. 

     Nos encontramos pronto con las estrellas del podcast y fuimos a sentarnos con ellos y sus amigos, aunque pronto fuimos convocados a un curioso salón rectangular en cuyo centro se erigía un tubo de baile. Por todo alrededor sillas, sillones y bancos obligaban a los asistentes a sentarse mirándose los unos a los otros. Una cándido protocolo, solicitaba a todos presentarse, anunciar sus nombres de Face, declarar su antigüedad en el ambiente y sus preferencias según el estricto código ELLABI-ELHETERO-SOMOSOFT-NOSGUSTADETODO. Los anfitriones divulgaban las nada reprochables reglas del club. Disciplinados como somos, atravesamos la ceremonia con formalidad y regresamos a la cocina a platicar con los cuates.

    No sé cuánto tiempo habrá pasado, pero la ya nutrida concurrencia seguía apelotonada en la cocina. Por otro lado, habíamos sido informados por observadores neutrales que lo común en esa ciudad es que la fiesta, fiesta (como la entendemos nosotros), ocurre ya entrada la madrugada. La verdad, nosotros no teníamos tanta energía. Así que nos despedimos relativamente temprano y volvimos a casa. 

     Por la mañana, nuestros anfitriones, los padrinos, disponían de un par de horas. Nosotros, de vacaciones al fin, no teníamos nada que hacer, y así, el domingo de las dos parejas transcurrió entre gritos, caricias, orgasmos, besos  y consumo desmesurado de preservativos. 

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